
-Un día en que paseaba por un camino solitario y sombreado de la campiña - nos cuenta un sacerdote - me encontré, detrás de una espesura, a una anciana que cuidaba de sus ovejas, encorvada y apoyada en un bastón:
- Buenos días, Catinelle.
- Buenos días, señor cura y compañía.
- ¿Qué me dice, abuela? ¿No ve que voy solo? ¿Dónde está la compañía?
Al enderezarse pude ver su rostro arrugado y sus ojos claros y todavía hermosos. Y me dijo toda seria: - ¿Y qué me dice del ángel de la guarda?
- Perdone, abuela. Se me olvidaba el ángel de la guarda; gracias por recordármelo.
Monseñor Roncalli, el futuro Papa Juan XXIII, escribía lo siguiente a una de sus sobrinas, que era religiosa y que se llamaba sor Ángela: « Tu nombre de religión debe animarte a mantener relaciones familiares con tu ángel de la guarda, y también con todos los ángeles de la guarda de las personas que conoces y que amas en
Al hombre de hoy, acostumbrado a las disciplinas científicas, le repugna admitir la existencia de lo que no experimenta con sus sentidos y escapa a sus comprobaciones. Sin embargo, el Credo que rezamos en
La existencia de seres espirituales, no corporales, que
La vida de toda la Iglesia y de cualquier hombre se benefician de la ayuda poderosa de los ángeles. Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (San Basilio, PG 29, 656B).
“Nuestra fe nos enseña, decía el Papa Juan XXIII, que ninguno de nosotros se encuentra solo. En cuanto Dios crea el alma para un nuevo ser humano, especialmente cuando la gracia de los sacramentos lo envuelve con su inefable luz, un ángel que forma parte de las santas milicias de los espíritus celestiales es llamado para quedarse a su lado durante toda su peregrinación terrenal... En el transcurso de una conversación que mantuve con el insigne Pontífice Pío XI, éste me expuso un maravilloso secreto, confirmando con ello que la protección del ángel de la guarda siempre da alegría, que soluciona todas las dificultades y que reduce los obstáculos. Pío XI me confiaba lo que sigue: cuando tengo que hablar con alguien que sé que es refractario a algún razonamiento y con el que hay que recurrir a alguna forma de persuasión, le recomiendo entonces a mi ángel de la guarda que se lo explique todo al ángel de la guarda de la persona con quien debo entrevistarme. De este modo, una vez ambos espíritus superiores se han entendido entre sí, la conversación se desarrolla en las mejores condiciones y resulta fácil » (9 de Septiembre de 1962).
El padre Pío solía decir a sus amigos: « Cuando tengáis necesidad de mi oración, dirigíos a mi ángel de la guarda, mediante la intervención del vuestro ». En efecto, pues los ángeles de la guarda son mensajeros seguros y rápidos. Una anécdota ilustrará esta verdad: un autocar lleno de peregrinos, de camino hacia San Giovanni Rotondo, la residencia del padre Pío, se enfrenta durante la noche, en los Apeninos, a una espantosa tormenta. Llenos de pánico en medio de los relámpagos, los pasajeros recuerdan el consejo del padre, por lo que invocan a su ángel y salen indemnes de la prueba gracias a su auxilio. Al día siguiente, incluso antes de tener tiempo de contarle las peripecias de aquel viaje, el religioso les aborda sonriendo: « Y bien, hijos míos, esta noche me habéis despertado y he tenido que rezar por vosotros...». El ángel de la guarda había ejecutado fielmente su misión.
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