Un arzobispo no tiene, por fuerza, mayor poder que un obispo; sin embargo, están a cargo de diócesis más prestigiosas. De cualquier modo, muchos arzobispos son también los metropolitanos de la provincia eclesiástica en la que se localiza su archidiócesis. En las iglesias occidentales (p. ej. la Católica Romana o la Anglicana), este es casi siempre el caso. Sin embargo, en la Iglesia Católica Romana, los arzobispos que no son también los metropolitanos son llamados Arzobispo ad personam, y no tienen derecho a usar el palio. En las Iglesias eslavas orientales (tanto Católica como Ortodoxa) los arzobispos y los metropolitanos están diferenciados, aunque un metropolitano puede ser llamado arzobispo metropolitano. En la Iglesia católica los obispos son por institución divina los sucesores de los apóstoles, y como tales, son constituidos como pastores para que sean maestros de la doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros para el gobierno (Código de Derecho Canónico, can. 375, 1). El obispo tiene la plenitud del sacerdocio, con potestad total, por la que gobierna una iglesia local o particular en comunión con el Papa. El obispo en cada diócesis ocupa el centro de la iglesia local, y, ayudado por su presbiterado, tiene autoridad máxima en materia de magisterio, santificación y gobierno. El obispo tiene también la responsabilidad de la pastoral de la diócesis.
El obispo que está a cargo de una diócesis se le conoce también como obispo ordinario u obispo diocesano.
Los llamados obispos titulares [2] son aquellos que no tienen responsabilidad territorial y se los designa para ayudar a algún obispo ordinario. Estos son los obispos auxiliares y los obispos coadjutores. Para proceder a su consagración se los crea "titulares" de una antigua diócesis, que esté hoy desaparecida. También se consagran obispos titulares a quienes forman la jerarquía de la Curia romana y de la diplomacia vaticana, sin responsabilidades en la cura de almas.
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