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29 de enero de 2008

"¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?".

1 comentario:
Evangelio según San Marcos 3,31-35.

Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera". El les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Isaac de la Estrella (?-hacia 1171), monje cisterciense
Homilía 51, para la Asunción; PL 194, 1862


“El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana, mi madre”


El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos, y, siendo por naturaleza único, atrajo hacia sí a muchos por la gracia, para que fuesen uno solo con él. Pues da poder para ser hijos de Dios a cuantos lo reciben (Jn 1,12). Así pues, hecho hijo del hombre, hizo a muchos hijos de Dios. Atrajo a muchos hacia sí, único como es por su caridad y su poder: y todos aquellos que por la generación carnal son muchos, por la regeneración divina son uno solo con él. Cristo es, pues, uno, formando un todo la cabeza y el cuerpo (Col 1,18).

Este Cristo único es nacido del único Dios en los cielos y de una única madre en la tierra; muchos hijos, a la vez que un solo hijo. Pues así como la cabeza y los miembros son un hijo a la vez que muchos hijos, asimismo María y la Iglesia son una madre y varias madres; una virgen y muchas vírgenes. Ambas son madres, y ambas vírgenes; ambas concibieron sin voluptuosidad por obra del mismo Espíritu; ambas dieron a luz sin pecado la descendencia de Dios Padre. María, sin pecado alguno, dio a luz la cabeza del cuerpo; la Iglesia, por la remisión de los pecados, dio a luz el cuerpo de la cabeza. Ambas son la madre de Cristo, pero ninguna de ellas dio a luz al Cristo total sin la otra. Por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas, se entiende con razón como dicho en singular de la Virgen María lo que en términos universales se dice de la virgen madre Iglesia lo que en especial se dice de la virgen madre María.

27 de enero de 2008

Mi Bautismo

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En 1971, recibí el Sacramento del Bautismo en la Iglesia de San Juan de Málaga. Yo no tenía uso de razón, pero Dios derrama su Gracia sobre todo aquel que recibe este Sacramento, por el cual somos hechos por el agua y el Espíritu, hijos de Dios. El Bautismo es la puerta de entrada a la Iglesia de Jesucristo que el Señor, edifica sobre Pedro, y cuyas columnas son los Apóstoles. Desde este día se puede llamar a Dios con toda propiedad, "Padre", pues lo es. Y Dios nos llama "Hijo", pues lo somos. Este es el inicio de la vida cristiana, que luego debe desarrollarse y consolidarse mediante la fe y la perseverancia. Las sectas rechazan este Sacramento y niegan el Bautismo a los niños. Gracias a Dios, que puso en mis padres el Bautizar a su hijo. Espero ser fiel a las promesas del Bautismo que mis Padres hicieron en mi nombre y que yo ratifiqué después en el Sacramento de la Confirmación, de ser fiel a Cristo durante todos los días de mi vida.

Celebrar la Santa Misa (I)

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El domingo, Día del Señor, es una jornada para la oración, la alegría, la fiesta y la intensificación del amor fraterno



Este curso, nuestro trabajo evangelizador y pastoral se ha centrado en “Celebrar el Misterio Pascual en la fe de la Iglesia”. El núcleo íntimo de este objetivo es la celebración de la misa cada domingo, como se viene haciendo desde la era apostólica. El domingo, Día del Señor por antonomasia, centra nuestra mirada y nuestro corazón en el misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo. Por eso es una jornada para la oración, la alegría, la fiesta y la intensificación del amor fraterno.

Algunas personas no saben disfrutar de la celebración de la santa misa y dicen que se aburren. Si lo dicen es verdad, y seguramente una de las causas consista en que nadie les ha enseñado a descubrir el sentido de esta celebración, el significado de los diversos ritos y las condiciones imprescindibles para insertar toda su vida en esta celebración y para llevar el sentido profundo de esta celebración a su existencia toda, de manera que se impregne del espíritu de las Bienaventuranzas.

En un diálogo improvisado con los sacerdotes de una diócesis del norte de Italia, el Papa les decía que para adentrarse en el espíritu de las celebraciones de la Iglesia, hay que conocer su estructura y el sentido de sus ritos; pero que lo esencial consiste en que nuestro corazón se eleve a Dios, porque toda celebración sacramental “es oración y coloquio con Dios; de Dios con nosotros y de nosotros con Dios. Por tanto, la primera condición es que el sacerdote (y cada uno de los miembros de la comunidad, añado yo al dirigirme a todos vosotros) entable realmente este diálogo con Dios. Al anunciar la Palabra, él mismo se siente en diálogo con Dios. Es oyente de la Palabra y anunciador de la Palabra (…) Está en diálogo con Dios porque los textos de la misa no son textos teatrales o algo semejante, sino que son plegarias, gracias a las cuales, juntamente con la asamblea, hablamos con Dios”.

Cuando un cristiano llega al templo con la antelación suficiente y se pone con fe en la presencia de Dios, es fácil constatar cómo le va guiando el ritmo de la celebración, para que traiga a la presencia del Señor aquello que le preocupa, alegra su existencia y desata sus desvelos. Puesto que empezamos mirando nuestra vida a la luz de la presencia de Dios, que nos juzga y nos ofrece perdón y misericordia, lo primero que hacemos es pedir perdón de los pecados que nos impiden acoger su Palabra y su alegría.

Después, tras una oración que se llama “colecta”, y que nos une a los sentimientos de la Iglesia universal, la proclamación de la Palabra nos anuncia el amor que Dios nos tiene y las maravillas que ha realizado por todos y cada uno de nosotros; especialmente, a través de la encarnación, la vida, la muerte y la resurrección de su Hijo Jesucristo.

Es natural que a continuación, fortalecidos con este anuncio, confesemos comunitariamente nuestra fe, la fe de la Iglesia; y que, en la oración de los fieles, pongamos en manos del Señor todas nuestras preocupaciones. Unas se proclaman en voz alta y otras muchas las presenta cada uno en el silencio de su espíritu. Luego, como la oración es expresión de confianza y de abandono en las manos del Señor, es también natural que le demos gracias por su misericordia, por su amor y por los dones abundantes que nos concede cada día. “Es digno y necesario”, se responde, mientras cada uno trae a su memoria todo lo que ha recibido de Dios a lo largo de su vida y de los últimos días.

Y entonces nos preparamos al momento central de la celebración, en el que el Señor se hace sacramental y activamente presente en medio de su Pueblo, como Pan de Vi d a que se come y se comparte con un corazón agradecido. Es la cumbre de nuestra celebración, que nos permitirá participar en la comunión con Dios y con todos sus hijos, los hombres.

Fuente: La voz del Obispo

23 de enero de 2008

Honrar a María

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San Ildefonso nació
en Toledo hacia el año 607. Recibió una brillante formación en las
disciplinas de su época y, siendo aún joven, ingresó en un
monasterio del que más tarde llegaría a ser abad. En el año 657
fue elegido obispo de Toledo, cargo que desempeñó hasta su
muerte, ocurrida en el 667.

Honrar a María
(Libro de la perpetua virginidad de Santa María, Xll)


En mi pobreza y miseria, yo desearía llegar a ser, para mi
reparación el servidor de la Madre de mi Señor. Apartado de la
comunión con los ángeles por la caída de nuestro primer padre,
desearía ser siervo de la que es Esclava y Madre de mi Creador.
Como un instrumento dócil en las manos del Dios excelso, así
desearía yo estar sujeto a la Virgen Madre, íntegramente dedicado
a su servicio. Concédemelo, Jesús, Dios e Hijo del hombre;
dámelo, Señor de todas las cosas e Hijo de tu Esclava; otórgame
esta gracia, Dios humillado en el hombre; permíteme a mí, hombre
elevado hasta Dios, creer en el alumbramiento de la Virgen y estar
lleno de fe en tu encarnación; y al hablar de la maternidad virginal,
tener la palabra embebida de tu alabanza; y al amar a tu Madre,
estar lleno de tu mismo amor.

Haz que yo sirva a tu Madre de modo que Tú me reconozcas por
tu servidor; que Ella sea mi Soberana en la tierra de manera que
Tú seas mi Señor por la eternidad. Ved con qué impaciencia
anhelo ser vasallo de esta Reina, con qué fidelidad me entrego al
gozo de su servidumbre, cómo deseo hacerme plenamente
esclavo de su voluntad, con qué ardor quiero no sustraerme jamás
a su imperio, cuánto ambiciono no ser nunca arrancado de su
servicio... Haz que me admita entre sus súbditos y que, sirviéndola,
merezca sus favores, viva siempre bajo su mandato y la ame por
toda la eternidad.

Los que aman a Dios conocen mi deseo; los que le son fieles, lo
ven; los que se unen al Señor, lo comprenden, y lo conocen
aquellos a los que Dios conoce. Escuchad los que sois discípulos
suyos; prestad atención los infieles; sabedlo vosotros, los que no
pensáis más que en la desunión
; comprended, sabios de este
mundo que hace insensatos a los ojos de la sabiduría divina, lo
que os hace sabios a los ojos de vuestra necedad
(...). Vosotros,
que no aceptáis que María sea siempre Virgen; que no queréis
reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi
Creador; que rehusáis creer que sólo Ella tenga por Hijo al Señor
de las criaturas; que no glorificáis a este Dios como Hijo suyo; que
no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha
mandado llamar así por todas las naciones; que oscurecéis su
gloria negándole la incorruptibilidad de la carne; que no rendís
honor a la Madre del Señor con la excusa de honrar a Dios su Hijo;
que no glorificáis como Dios al que habéis visto hacerse hombre y
nacer de Ella; que confundís las dos naturalezas de su Hijo y
rompéis la unidad de su Persona; que negáis la divinidad de su
Hijo; que rehusáis creer en la verdadera carne y en la Pasión
verdadera de su Hijo; que no creéis que ha sufrido la muerte como
hombre y que ha resucitado de los muertos como Dios
(...).

Mi mayor deseo es servir a este Hijo y tener a la Madre por
Soberana. Para estar bajo el imperio del Hijo, yo quiero servirla;
para ser admitido al servicio de Dios, anhelo que la Madre reine
sobre mí como testimonio; para ser el servidor devoto de su propio
Hijo, aspiro a llegar a ser el servidor de la Madre. Pues servir a la
Sierva es también servir al Señor; lo que se da a la Madre se
refleja sobre el Hijo, yendo desde la Madre a Aquél que Ella ha
alimentado. El honor que el servidor rinde a la Reina viene a
recaer sobre el Rey
.

Bendiciendo con los ángeles, cantando mi alegría junto con las
voces celestiales, exultando de gozo con los coros angélicos,
regocijándome con sus aclamaciones, yo bendigo a mi Soberana,
canto mi alegría a la que es Madre de mi Señor y Sierva de su Hijo.
Yo me alegro con la que ha llegado a ser Madre de mi Creador;
con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne. Porque con Ella
yo he creído lo que sabe Ella misma conmigo, porque he conocido
que Ella es la Virgen Madre, la Virgen que dio a luz porque sé que
la concepción no le hizo perder su virginidad, y que una inmutable
virginidad precedió a su alumbramiento, y que su Hijo le ha
conservado perpetuamente la gloria de la virginidad.
Todo esto me
llena de amor, porque sé que todo ha sido realizado por mí. No
olvido que, gracias a la Virgen, la naturaleza de mi Dios se ha
unido a mi naturaleza humana para que la naturaleza humana sea
asumida por mi Dios; que no hay más que un solo Cristo, Verbo y
carne, Dios y hombre, Creador y criatura.

V. BLANCO y J. CAMPOS han publicado en el volumen 320 de la BAC titulado Santos Padres españoles: San Ildefonso algunos textos de este autor

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22 de enero de 2008

las imágenes según el catecismo y la Biblia

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Las imágenes explicadas en el Catecismo de la Iglesia Católica (enseñanza de la Iglesia)

IV 'No te harás escultura alguna...'

2129 El mandamiento divino implicaba la prohibición de toda representación de Dios por mano del hombre. El Deuteronomio lo explica así: 'Puesto que no visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea...' (Dt 4, 15-16). Quien se revela a Israel es el Dios absolutamente Trascendente. 'El lo es todo', pero al mismo tiempo 'está por encima de todas sus obras' (Si 43, 27- 28). Es la fuente de toda belleza creada (cf. Sb 13, 3).

2130 Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (cf Nm 21, 4-9; Sb 16, 5-14; Jn 3, 14-15), el arca de la Alianza y los querubines (cf Ex 25, 10-12;
1 R 6, 23-28; 7, 23-26).

2131 Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo Concilio Ecuménico (celebrado en Nicea el año 787), justificó contra los iconoclastas el culto de las sagradas imágenes: las de Cristo, pero también las de la Madre de Dios, de los ángeles y de todos los santos. El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva 'economía' de las imágenes.

2132 El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, 'el honor dado a una imagen se remonta al modelo original' (S. Basilio, spir. 18, 45), 'el que venera una imagen, venera en ella la persona que en ella está representada' (Cc de Nicea II: DS 601); cf Cc de Trento: DS 1821-1825; Cc Vaticano II: SC 126; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una 'veneración respetuosa', no una adoración, que sólo corresponde a Dios:

El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen. (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 81, 3, ad 3).

Como te dije en mi mensaje anterior, es lícito tener imágenes religiosas,

y no va contra ningún mandamiento, puesto que las imágenes no son consideradas por un católico bien formado, divinidades, ya que sólo creemos en un solo DIOS, Padre-Hijo-Espíritu Santo.

¿Reconoces entonces que no hay pecado en tener imágenes de Jesús, en poder mirarlas, en poder sacarlas a la calle en una procesión para testimoniar en medio del mundo que creemos en Jesucristo, y a poder dirigirme a Jesús contemplando una imagen suya o una cruz?

Respecto a María, los santos y lo que tu llamas evocar a los muertos o hablar con los muertos, trataré en una próxima ocasión si el Señor lo permite, ya que el tema es si Dios prohibe las IMÁGENES relacionadas con los cristianos, y no la intercesión de María o los santos que es otro tema, ni por supuesto juzgar a gentes que no conozco siquiera.

Este es mi testimonio. Yo adoro a Dios, no adoro a las imágenes.

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Idolatría y superstición

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La Iglesia Católica condena la IDOLATRÍA.

La idolatría

2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los 'ídolos, oro y plata, obra de las manos de los hombres', que 'tienen boca y no hablan, ojos y no ven...' Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: 'Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza' (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el 'Dios vivo' (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.

2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. 'No podéis servir a Dios y al dinero', dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a 'la Bestia' (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina divina(cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).

2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios Unico. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que 'aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios' (Orígenes, Cels. 2, 40).

Y condena la superstición.

La superstición

2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).

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VENERACIÓN:

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La Iglesia Católica enseña que las imágenes no reciben reverencia en sí mismas, sino que la reverencia va dirigida a la persona que representa. Si somos de Cristo somos miembros de su Cuerpo Místico, la Iglesia. Cristo es la cabeza del Cuerpo y cada miembro es venerado en relación a su lugar en el Cuerpo.

Te pondré un ejemplo de veneración..

El Apóstol Pablo es miembro del Cuerpo de Cristo, ahora en el cielo. Cristo lo ha salvado. A Dios corresponde todo el HONOR, todo el MÉRITO, y TODA ADORACIÓN.

El Apóstol Pablo es un miembro muy relevante de la Iglesia. Es lógico que en la Iglesia se le recuerde, se le mencione, se le ponga de ejemplo de cristiano. Le respetamos profundamente, y reconocemos en el el poder de Dios nuestro Señor. Es decir, le veneramos. No le adoramos, puesto que sabemos que si el apóstol Pablo llegó a ser quién fue, TODO se lo debe a DIOS. Por eso ADORAMOS a Dios. Dios es todo. Pero a Pablo le veneramos. Si eres cristiano y no veneras a Pablo, tienes un problema. ¿Y tener una imagen de el? Pues si. Una imagen, que cuando la veas, te recuerde, o que puedas sacar a la calle en procesión para dar testimonio de Cristo, por ejemplo un día al año, en el que se conmemore una fecha importante de su vida, como su nacimiento, por ejemplo. Porque el ejemplo, la vida, las palabras de Pablo, inspiradas por el Espíritu Santo, pueden convertir y sirven para evangelizar. Y la Iglesia da así gloria a Dios, al proclamar en medio del mundo que Cristo ha hecho todo. Que el bienaventurado Pablo, fue bienaventurado por causa de Jesús. Y con eso le damos a Dios toda la gloria y toda la honra, y le ADORAMOS.

Lo contrario de venerar podría ser despreciar, olvidar…eso no es cristiano, y si lees un poco a los autores cristianos de los 3 primeros siglos, te darás cuenta de que los cristianos veneramos a nuestros santos en la Iglesia desde el principio.

Sabiendo que VENERAR no es ADORAR, puesto que cualquier Católico que no sea simlemente un católico nominal, sabe la diferencia, no estamos incumpliendo ningún mandamiento.

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La adoración

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La Iglesia Católica enseña que sólo a Dios adoramos. Según el Catecismo de la Iglesia Católica (enseñanza oficial de la Iglesia):

La adoración

2096 La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. 'Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto' (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).

2097 Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la 'nada de la criatura', que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que El ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo

Meditación La mortificación

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MEDITACION: La mortificación

Vicente Enrique Taracón, Obispo de Solsona

"El reino de los cielos padece fuerza y los que se la hacen Lo arrebatan." (Mt. 11, 12)

Estas palabras de Jesucristo son una orientación y una consigna para tu vida cristiana.

1. "Milicia es la vida del hombre sobre la tierra", leemos en el libro de Job. Y estas palabras, exactas refiriéndolas a todos los hombres, tienen una aplicación especial para los cristianos.
El cristianismo es un servicio y un servicio siempre en activo. El que se imagina que puede salvarse llevando una vida cómoda, tranquila y regalada, se equivoca. En las trincheras no cabe la comodidad, la tranquilidad, ni el regalo. Y el cristiano, mientras vive, está siempre en las trincheras. Sus enemigos -no cesan de hostilizarle. Si se descuida o se duerme, le vencerán.
Nuestras pasiones, desordenadas por el pecado original, nos hostilizan continuamente. El mundo, con sus halagos, pretende desviarnos de nuestro fin. El demonio, celoso de nuestro bien, quiere apartarnos del camino del cielo.

La virtud resulta difícil. Es siempre el resultado de una lucha. Una lucha sostenida contra nuestras pasiones, contra el mundo o contra el demonio. Es más cómodo cruzarse de brazos y dejarse arrastrar por la pasión. Es más fácil seguir la corriente del mundo. Es menos costoso rendirse con armas y bagajes al enemigo.

El cristianismo no es para los cobardes. Se necesita temple de héroes para cumplir siembre el deber, ya que muchas veces se presenta ante nuestros ojos como en la cumbre de un monte para subir a la cual hay que seguir un camino erizado de espinas. Algunas veces se presentará este dilema en tu Vida: "o héroe o traidor". Y si no tienes temple de héroe, serás arrollado por tus enemigos. Llevarás en tu frente la marca del traidor.
Es necesario que te convenzas de esta verdad para que la lucha no te coja de sorpresa. "El reino de los cielos padece fuerza". No se puede vivir sin luchar. No se puede conseguir el cielo sin esfuerzo. iras de ser soldado siempre en activo...

2. Para conseguir el cielo es necesario hacerse violencia, dice Jesús Estas palabras nos hablan claramente de la necesidad de la mortificación.
¿Sabes lo que es mortificación, joven? "La mortificación no es otra cosa - escribe el Padre Meschler - sino la violencia y fuerza moral que tenemos que hacernos para vivir según nos lo exigen la razón, la conciencia y la fe. El esfuerzo que necesitamos para ajustarnos a nuestro deber y ser de veras, lo que debemos y queremos: hombres razonables y nobles".

La mortificación no tiene por objeto destruir o debilitar la naturaleza, antes al contrario, sostenerla, cuidarla, ordenarla, mejorarla, hacerla fuerte, pronta, animosa y constante para todo bien.
Alguien ha comparado nuestro cuerpo a un corcel indómito, y no sin razón. El buen jinete le domará para poderlo sujetar a su voluntad. Domar un caballo no significa quitarle fuerzas ni brío, sino simplemente acostumbrarle a obedecer. Es verdad que para domarle necesitará las espuelas y el freno. Será necesario el castigo. Pero este castigo no persigue anular sus fuerzas, sino dominarlas.
Este es el fin de la mortificación. Nuestro cuerpo tiene aires de independencia. Es, en verdad, corcel indómito. Si no lo domas, te llevará a rastras por derroteros que tú no quisieras seguir. Has de usar también de las espuelas y el freno. Es necesario que lo castigues. No para destruir sus fuerzas, sino para dominarlas. Para que sea tu voluntad la que lleve las riendas y tu cuerpo el que obedezca fielmente. Este es el fin de la mortificación, joven.
¿Comprendes ahora la necesidad de la misma? ¿Comprendes la exactitud de las palabras de Cristo?

3. Vivimos en unos tiempos en que se ridiculiza la mortificación; se la considera como una aberración de espíritus descentrados. La ley que regula las acciones de la mayor parte de los hombres en nuestros días es la ley del mínimo esfuerzo. A la mortificación se la considera pasada de moda. Propia, si acaso, de monjes y anacoretas exclusivamente.
Antiguamente era muy frecuente el uso de instrumentos de mortificación y penitencia: cilicios, disciplinas... Hoy estas palabras parece que hieran nuestros oídos. Sin embargo, las palabras de Cristo tienen la misma exactitud ahora que hace dos mil años. Ahora como entonces, sólo consiguen el cielo los que se hacen violencia.
Es verdad que las mortificaciones han de usarse con moderación. No ha de ser tu capricho o tu fervor de un momento la norma de usarlas. San Ignacio - hombre práctico por antonomasia - repite varias veces al hablar de la mortificación en su libro de los Ejercicios: "Que no se corrompa el subiecto". La mortificación no debe ir en perjuicio de nuestra salud. Ni nos debe imposibilitar para cumplir las obligaciones de nuestro estado. Por eso no conviene que hagas mortificaciones, particularmente mortificaciones corporales, sin consultarlo con tu director espiritual o con tu confesor. Pero no es menos cierto que la mortificación nos es a todos absolutamente necesaria.
Lee la vida de los santos y verás cómo todos ellos la han practicado. La razón es clarísima. Sin mortificación es imposible conseguir las virtudes. Y
las virtudes son necesarias no tan sólo para ser santos, sino incluso para conseguir el cielo...

Joven, ama la mortificación. Practícala siguiendo el consejo de un director experimentado. No te olvides de esta sentencia del autor de "La imitación de Cristo" : "tanto aprovecharás cuanto más fuerza te hicieres". Desecha esa piedad comodona que promete el cielo sin mortificación. Entonces, tu piedad será sólida. Tu vida cristiana tendrá el sello de la autenticidad. Haciéndote violencia, conseguirás el cielo.
Próximo boletín Mortificación interior. Mortificación del entendimiento.

La mortificación, La mortificación interior. Mortificación del entendimiento, La mortificación interior. Mortificación de la voluntad, La mortificación exterior, El respeto humano, Vocación frustrada, Las bodas de Caná, La intercesión de María, La austeridad, apostolado del ejemplo, apostolado de la palabra

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20 de enero de 2008

Bautismo de niños

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Para la Iglesia de los Apostoles desde el siglo I el Bautismo es la plenitud de la circuncicion en la Nueva Alianza, la Circuncicion hacia que el judio entrara en el Pacto de Dios y si te das cuenta a los niños los adentraban en el Pacto a los ocho dia de nacidos, San Pablo en la Carta a los Galatas deja bien claro que el Bautismo es la circuncicion espiritual, o sea es el Bautismo quien nos hace miembros de la Alianza de Cristo con Dios, ademas segun Romanos 6 el Bautismo nos hace hijos de Dios al "Injertarnos" por Cristo en Dios, seguon San Juan 3 es el Segundo Nacimiento, por el nacemos a la Vida Eterna por el poder del Espiritu y el signo del Agua.Desde la Didaje escrita en el año 45 DC el Bautismo es el Sacramento de la Fe y asi fue para los Padres de la Reforma, no fue hasta el surgimiento de los Anabaptistas que se dejo de Bautizar a los niños, por XVI siglos se hizo y aun lo hacen los Luteranos, Metodistas, Presbiterianos, Anglicanos y Episcopales, o sea todas las Iglesias de la reforma primitiva.Entra a www.apologeticasiloe.com y estudia el Articulo que tengo llmado "El Bautismo" y actua segun el Espiritu te diga.Dios te bendiga con abundancia junto a tu familia

Fuente: http://www.ewtn.com/vexperts/showmessage.asp?Pgnu=1&Pg=Forum24&recnu=2&number=526997

18 de enero de 2008

Las sectas protestantes

1 comentario:
¿Qué entendemos aquí por “sectas”?

“Secta” viene de la palabra latina “sectare”, que significa “cortar”, “apartar” o desgajar del árbol original. Prácticamente es una doctrina religiosa particular enseñada por un maestro y seguida y defendida por otros.

Aquí, en concreto, es la doctrina seguida por los protestantes, la que viene a ser como una gran rama desgajada de la Iglesia Católica en el siglo XVI.

Actualmente son muchas las sectas, 300 o más. ¿A que es debido que haya tantas sectas? La división entre los protestantes nace del principio de “libre examen”, que sostiene que la Biblia debe interpretarse y leerse conforme la dictamen particular de cada cual,

¿Quién no ve que este principio lleva a cierta anarquía y confusión, por cuanto hacen decir a la Biblia lo que Dios no ha dicho, y por cambiar el recto sentido del texto sagrado, es la ocasión del origen de nuevas sectas? (De aquí la necesidad del Magisterio de la Iglesia y de notas explicativas de la Biblia deban conformar a las enseñanza de este magisterio).

El concilio Vaticano II dice: “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo ejerce en nombre de Cristo” (DV. 10).

Para interpretar la BIBLIA correctamente, hay que ver todo lo que dice en toda ella sobre el mismo tema en cuestión y sacar la conclusión verdadera... y esto solo lo puede hacer la Iglesia verdadera.

Todas las realidades que vivimos y toda situación, filtrada y considerada por el Magisterio de la Iglesia Católica... La conclusión aprobada, es la voluntad de Dios y la Verdad.

“Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es (objeto) de interpretación propia (personal), porque la profecía no ha sido jamás proferida por humana voluntad, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.” (S. Pedro 2 cap. 1: ver. 20-21)