La mañana comenzó cuando nos dirigimos a la Parroquia de los Santos Mártires, en la cual había bastante gente antes de las 12. La Candelería de la Virgen fue encendida. Luego rezamos el Ángelus y a continuación se impuso la medalla a los nuevos hermanos, entre los que nos encontramos mi mujer y yo. Poco después los hermanos comenzaron a colocar todos los enseres de la procesión, en sus lugares respectivos. Se comienzan a últimar los detalles, idas y venidas de la Casa Hermandad trasladando cosas. Echamos una mano en lo que pudimos o en lo que nos pidió con alegría de saber que ya quedaba menos para el momento culminante. Un receso para tomar fuerzas por allí cerca, y regreso a la Casa de Hermandad a por nuestras cosas. Son las tres de la tarde. Algunos hermanos ya se ven vestidos con el hábito Nazareno por la calle Convalencientes. Nos dirigimos a la Parroquia, y comienza la ceremonia de vestirse. Para mi es la primera vez, y resulta emocionante. Ya falta menos. Nos vamos sentando cada uno en nuestro sitio asignado. Yo, cerca del Estandarte de Jesús de la Pasión, que es lo que me toca. La expectación va en aumento. Llega la Misa de Nazarenos. Me encantó lo que dijo el Párroco de los Santos Mártires y nuestro Director Espiritual, D.Federico:
«Esto no es un juego», «Se trata de algo muy serio», «Algún jóven no caerá en la droga, algún enfermo se salvará...» «Ofreced vuestro esfuerzo y vuestro sacrificio al Señor»
Con esta idea en la cabeza, me dispongo a alimentarme con el Pan de nuestra vida, Jesús de la Pasión, que se entrega por nosotros cada día en la Eucaristía. Quiero hacer incapié sobre este hecho, porque por encima de todo está el motivo de nuestra fe, y sabemos que Jesús de la Pasión se nos da a todos como alimento para que tengamos vida. Hubo también confesiones. El Señor nos ofrece su perdón siempre, y nos invita a la reconciliacíón para hacer la salida a las calles más completos en El y con El.
La anécdota. Se me ocurre ir al baño antes de salir, por si acaso, y me encuentro con una gran cola de hermanos que habían tenido la misma idea. Quedan apenas diez minutos. Pienso: "No me da tiempo". Abandono la cola, y me dirijo de nuevo a mi puesto, donde observo que ya se ponen todos los capirotes. Así lo hago también yo, cojo el Estandarte, y me coloco en la posición entre dos hermanos con faroles. Comienza la Procesión.
El recorrido comienza, las calles a nuestro paso estaban bastante llenas de gente por todas partes. Durante todo el recorrido voy recordando a veces varias escenas de la Pasión, hago actos de fe contínuamente en la intimidad del rostro cubierto, donde noto que no sólo yo acompaño a Jesús de la Pasión, sino que el está conmigo en todo momento. Le hablo, y le confieso con mi boca, el motivo de recorrer este camino junto a todos los hermanos de la Archicofradía, cuando el brazo duele, me acuerdo de los enfermos, cuando duele otra parte del cuerpo, me acuerdo de los que no le conocen, pido por mis familiares. No veo el trono, pero lo llevo grabado en la mente, y me conforta.
Entramos en el recorrido oficial, y pienso que aunque algo cansado y, noto que el tiempo ha pasado muy rápido desde la salida.
Alameda y rotonda del Marqués de Larios me suponen tener que luchar contra el viento, que me empuja el estandarte.
Llega el final, nos encaminamos en la última recta, llegamos a los Santos Mártires de nuevo, muy cansado y dolorido, pero es muy poco para lo que el Señor se merece.
Finaliza la estación de penitencia. La primera de mi vida. Toda una experiencia de encuentro con Jesús de la Pasión a lo largo del Lunes Santo. Ahora continuamos, para llegar a ser mejores cada día, como el Señor quiere de nosotros.
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