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24 de septiembre de 2020

EL AZOTE DEL COFRADE (2)

 Esto vale para las cofradías, pero también vale para las parroquias por ejemplo, o los grupos de las parroquias.

Las cofradías en general, pueden tender a cerrarse sobre sí mismas, en el sentido de que siguen una inercia, en la cual, ser miembro de una Junta de Gobierno parece convertir a un hermano, en hermano de primera. Bendito aquel que no actúe así, pero mi experiencia en tres cofradías y media, me dice que es así.

Hay a veces una tendencia a ver a la cofradía como una entidad donde hay hermanos que pagan una cuota. Mientras más hermanos tengas, y más dinero ingreses, mejor y más importante eres. Esto es un error. Bendito quien no lo haga así. Porque lo que debe mover la vida de una cofradía o hermandad es otra cosa. Es el Espíritu Santo, el amor unos a otros, la caridad, cosas semejantes. En la medida que se permite que una cofradía crezca internamente sin seguir los caminos del Evangelio, es como si se deja a un árbol que se ve podrido de seguir plantado en el campo. Quien se acerque a el, no podrá ni cobijarse bajo sus ramas podridas y secas, ni podrá alimentarse de sus frutos, si los tuviere, y si los tuviere, y están secos, el gusto del fruto será amargo, y además podrá incluso envenenarte.

Mucha responsabilidad tienen los directores espirituales en esto, y con ellos, sus superiores, y cuando el barco se hunde, con el se hundirá su capitán y todos los que le acompañan. Mejor sería tomarse en serio e inmiscuirse en la vida de una cofradía, antes que dejar que llegue el desastre de encontrar por el camino un montón de cadáveres fenecidos por envenenamiento, desnutrición y otras enfermedades.



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