30 de agosto 2012 - día 1: María, modelo de santidad
Las reflexiones vertidas en las homilías de la novena de este año
2012 nacen a la luz de la oración y tienen como referencia los textos
sagrados, el magisterio pontificio y episcopal, diferentes pensamientos
de beatos y santos de nuestra Iglesia, las elaboraciones de poetas y
artistas del panorama internacional así como la actualidad social.
"Si yo fuese Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti."
Estas palabras nacen de la pluma de un poeta. Unos atrevidos versos que
surgen de la admiración de un corazón de hombre. "Si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin
cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada." Qué tiene que llegar a descubrir
un ser humano para albergar tamaña osadía a la hora de escribir y
expresar de esta manera. Quizá haya descubierto a la mujer de su vida.
Desconozco si José de Nazaret, el artesano, el carpintero; tenía la
capacidad de escribir bellos poemas, pero de lo que sí estoy seguro es
que María fue la mujer de su vida; él descubrió en ella de la mano de
los acontecimientos que vivieron como novios y matrimonio a la mujer
perfecta.
A veces me pregunto quién es María de quien el Concilio Vaticano II,
allá por la década de los 60, afirmó que fue ensalzada por el Señor como
reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su
Hijo. Quién es esta mujer nazarena ensalzada como Reina del universo a
fin de parecerse a Dios.
Más de uno nos sorprenderíamos si recurriésemos a los testimonios de
sus vecinos que la vieron nacer, que la vieron criarse en casa de
Joaquín y Ana. Vecinos que descubrieron con más o menos agudeza a una
mujer entrañable, buena, alegre, humilde, dulce, comprensiva, servicial,
pendiente de los demás, una mujer que perdonaba, que no guardaba
rencor; una mujer pacífica, divertida, serena. Una mujer de fe. María
como mujer, madre y esposa albergaba dentro de sí la fuerza que todos
llevamos dentro. La fuerza de los hijos de Dios. De lo santo.
A veces me pregunto quién es María, a quien bajo la advocación de
Santa María de la Victoria, hemos proclamado patrona de nuestra diócesis
y de la ciudad de Málaga. Qué han visto en ella los miles de católicos
que la reconocen como modelo de vida y que cada primavera nos acerca a
la pasión, muerte y resurrección de su Hijo de forma discreta y maestra.
Qué han visto en ella aquellos que sin ser católicos respetan su
figura. Alguien me puede decir dónde puedo conocer más y mejor a esta
mujer nazarena que vivió hace ahora más de 20 siglos.
Creo que el mejor sitio para conocer a Santa María de la Victoria es
el corazón de Dios. Si quieres conocer el ADN espiritual de María
acércate al misterio de Dios. Entra sigilosamente. Con cierta osadía.
Respeto. Contemplativamente. Y descubre qué pasó por el corazón de
Dios, por la cabeza de Dios, para regalarlos a una Madre de la talla de
Santa María de la Victoria. La mujer de Nazaret.
Dios Padre eligió a Myriam desde siempre como Madre de su Hijo. Y
por eso para conocer la interioridad de María de Nazaret: su sicología,
sus emociones, su forma sentir y vivir el camino más recto, más directo
es descubrir las entrañas de Dios. Pero eso cómo se hace. Cómo puede un
hombre, una mujer del siglo XXI conocer el misterio de Dios. Realmente
es una cuestión de voluntad y de gracia: tenemos tiempo para la
cerveza, para la televisión, para el fútbol, para navegar por internet,
para ir de compras, para ir a la playa, para ir a la peluquería; tenemos
tiempo para muchas cosas y, sin embargo, en la vida de algunos
cristianos adultos, se echa de menos el tiempo que dedican a Dios: media
hora, una hora... veinte minutos al día.
Permíteme una sugerencia: rescata a lo largo del día unos minutos
para rezar. Acércate de primera mano al misterio de Dios con la Sagrada
Escritura entre las manos, en tus rodillas. Y a la luz del Espíritu
Santo, contempla todo lo que el Señor ha dicho y hecho a lo largo de la
historia de la humanidad y de tu historia personal. Sí de la tuya: de
qué te ha salvado, cómo te ha acompañado, cómo te ha querido, cómo te ha
ayudado. Y medita también sobre cómo te has situado tú ante Él. Te lo
repito, si me apuras suplicándote: rescata largo tiempo y ancho
espacio para rezar, para orar. Es posible. Tenemos tiempo para lo que
queremos. Que nada ni nadie irrumpa e interrumpa con banales urgencias
tu encuentro personal o comunitario con el Dios de la vida. Ponte hora y
espacio. Y, en presencia de Dios, cuéntale que lo quieres, que lo amas,
que los quieres conocer más y mejor. Y que deseas conocer más y mejor a
Santa María de la Victoria, Madre de Jesús de Nazaret, verdadero Dios y
verdadero hombre.
Estamos absorbidos por numerosas actividades y compromisos,
preocupaciones, problemas. Precisamente por eso, urge encontrar cada día
momentos para recogernos en silencio y detenernos. Y meditar sobre el
misterio de Dios. Y sobre la llamada a la santidad. San Agustín
compara la meditación sobre los misterios de Dios a la asimilación del
alimento y usa un verbo recurrente en toda la tradición cristiana:
"rumiar". Los misterios de Dios deben resonar continuamente en ti para
que te resulten familiares, para que guíen tu vida, para que te nutran
como sucede con el alimento necesario para vivir. Si rumias el misterio
de Dios a la luz de la biografía de Santa María de la Victoria, Madre
de Dios y Madre nuestra, descubrirás aspectos de la personalidad de
nuestra Madre que serán a buen seguro luz y guía para tu vida, para tu
corazón y para el corazón de los que te rodean, tantas veces podrido de
latir o desorientado a nivel personal, emocional, laboral, familiar...
viviendo la más de las veces en la posada del fracaso donde no hay
consuelo ni ascensor.
Descubrirás que en las condiciones concretas de
vida de nuestra Madre vivió de forma exquisita y plena.
Accede a las
mejores lecciones de santidad conociendo la biografía de Santa María de
la Victoria. Descubre en la Patrona de nuestra diócesis y de la ciudad
de Málaga, el amor más grande que se le puede tener a Dios. Que eso es
la santidad. Y no otra cosa: amar a Dios con todo el corazón y al
prójimo hasta dar la vida.
Esta crisis es una crisis de santos. Quien vive de espaldas al
prójimo y se dice creyente es un mentiroso. Quien dice amar a Dios y
apenas le dedica tiempo de su jornada o no pone en práctica las
indicaciones que brotan del Evangelio y de su Palabra es un hipócrita.
Un actor que a modo de figurante se pasea por los templos, hermandades o
comunidades cristianas. Nuestro mundo necesita del arrojo de los
santos. Nuestra sociedad necesita de la valentía del corazón enamorado
del Evangelio. Necesita de ti de quien a diario se introduzca en el
misterio de Dios. Necesitamos desenmascarar las mentiras que ahogan la
vida de miles de personas. La denuncia profética no puede quedar
abanderada por cuatro pensadores que desde sus piscinas arengan
determinadas teologías. La denuncia profética no es propiedad exclusiva
de un puñado de libres pensadores. Es patrimonio universal del
cristiano.
¿Quieres ser santo? Vive en la verdad. Y en la libertad. Y que tu
vida lo transmita. Sencilla pero contundentemente. Todos los estados de
vida, seglar, sacerdotal o religioso, pueden llegar a ser con la acción
de la gracia y con el empeño y la perseverancia de cada uno, caminos de
santificación. Por el bautismo todos sin excepción hemos sido llamados
a ser santos. Vive a la altura de la vocación que has recibido y
descubre en la vida de Santa María de la Victoria, su vida de santidad.
Seguro que te hará bien.
Oh Virgen de la Victoria, Madre y abogada nuestra, rogad por nos, rogad por nos, rogad por nos.
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