Seguidores

21 de agosto de 2019

El jovén rico y los obreros de la Viña

Mt 19, 23-30. Más fácil le es a un camello entrar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos». Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo».
Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros.
    Se observa aquí a los discípulos de Jesús intrigados por el misterio de lo que ha sucedido con el joven rico, un muchacho verdaderamente cumplidor de los diez mandamientos, pero con un problema que le impide finalmente seguir a Jesús al estilo apostólico, al estar atado a muchas posesiones y bienes materiales. Una vida resuelta en lo material.
    Los discípulos no tienen demasiado clara la asociación "seguir a Jesús al modo apostólico", relacionado con la salvación final del alma y cuestionan a Jesús, a lo que este les responde con una frase que viene a significar para mi que el asunto de la salvación va por otro lado, y depende de Dios, no de los hombres.
    A la pregunta posterior concreta de Pedro, acerca de su estado y su propia situación y la del resto del grupo, Jesús les responde directamente con la promesa de una gran recompensa totalmente desproporcionada (cien veces más), lo cual me habla de la gran generosidad de Dios, que no paga al modo humano. Además, les promete la vida eterna. Evidentemente se requiere la perseverancia hasta el final de la vida, pero eso en ese momento no es el punto.

Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros. Y eso me enlaza con la siguiente parábola de Jesús:

Mt 20, 1-16. ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Pues el reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. El les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.
El replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos. 
Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros. En el seguimiento de Jesús, este compara el Reino de los Cielos con una Viña. Dios nos llama a trabajar en su viña a todos, y unos son más diligentes en ir a la llamada, y otros menos, pero al final Dios paga igual a todos, y los que más trabajaron pueden sentirse injustamente tratados, lo cual es el pecado de la envidia de que al otro le vaya bien, porque nos creemos merecedores de más. Dios es igualmente generoso en la paga.

No hay comentarios: