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5 de diciembre de 2014

Adviento 2014

Sigo viviendo mi Adviento particular. Vigilante a la presencia del Señor. Ayer me eché a andar sin un rumbo demasiado fijo. Un poco desaliñado en el vestir y con barba de varios días. En mi camino, me quise hacer pobre entre los más pobres, y me senté en la puerta de una Iglesia con un rumano llamado Juan. Ya nos conocíamos. Cuando me vio me dió un abrazo. Yo quedé sorprendido de ese gesto. El mal pensamiento te dice que puede querer estar buscando algo y por eso te trata así, pero yo veía en sus ojos que era sincero. Sus palabras eran increíblemente sabias y amables. Le acompañé al lado, mientras algunos ancianos le echaban monedas en su vaso. El me las enseñaba y veía que la mayoría daba la impresión que daban lo que les sobraba, muchas de las monedas eras de las pequeñitas de color cobre. El hombre tiene mujer, una niña de un año y medio y otra que va a nacer dentro de unos días. Es católico Ortodoxo, yo le digo que entonces somos hermanos, y me dice que Dios lo ha mandado a lo mejor aquí para que hablemos y nos conozcamos, no ha ido nunca a un colegio, pero me dice que Dios le ha ayudado para aprender el español en los dos años y pico que lleva en Málaga. También sabe leer un poco. Sabe que la Iglesia es la Casa de Dios, y se sorprende de algunas cosas. Conversamos. Necesita una muñeca porque mañana es San Nicolás y su niña nunca ha tenido una. Pero si usa el dinero que consigue de las limosnas, no comen. Ya tiene su muñeca, y está feliz.

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