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23 de junio de 2012

CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE Y EN LA VIDA ETERNA

Meditábamos esta mañana en la oración de la mañana, acerca de los que creen que el hombre salió de la nada sin la intervención de Dios. Siempre han existido ateos, y siempre han existido quienes después de ser iniciados en la fe, han seguido otro camino. De la nada no puede salir nada, así que pensar que la vida humana es eso y cuando te mueres ya no hay más, es para mi la mayor irracionalidad. Ellos me dicen que soy yo el que necesito a Dios, porque le tengo miedo a la muerte, y por eso creo. Efectivamente, también le tenía miedo a la muerte. He dicho "tenía", en tiempo pasado. Mientras el mundo vive huyendo de la muerte, espantado por el hecho de morir, yo se que la muerte es necesaria para vivir. Y si no morimos, no viviremos, porque después de la muerte, cuando el Alma se se separa del cuerpo, cada uno da cuenta de su vida ante Dios. El que ha hecho lo bueno a un lado, y a ver a Dios cara a cara, en compañía de los santos, la Virgen María y Jesucristo. El que muere rechazando la misericordia de Dios, ¿cómo se sostendrá en el momento del juicio particular? El que se condene, lo hace por propia decisión. La condena es esto: "Vivir eternamente apartado de Dios, la suprema felicidad y la vida eterna". El hombre busca la felicidad en la tierra, y se puede atisbar, pero la verdadera no llega hasta después. Pero, el que rechaza la salvación, ¿cómo se salvará?

En el día último de nuestra vida, cada Alma se separa del Cuerpo, y el cuerpo se deshace, mientras que nuestra Alma es inmortal. El Alma va al encuentro de Dios, y espera el día de la segunda venida de Cristo en la que creemos que nuestra Alma será de nuevo unida a nuestro cuerpo, para vivir eternamente en los cielos nuevos y tierra nueva prometidas por Dios.

Dejad que los niños se acerquen a mi, y no se lo impidáis, dijo el Señor.

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