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14 de julio de 2013

ANUNCIAR LA DICHA Y LA FELICIDAD

El ser humano es incapaz de ser feliz en la vida. Busca la felicidad permanentemente, la busca en distintos lugares y formas, y a veces siente que la encontró, pero esta no dura. Se disipa pronto. Se afana y se emplea a fondo para retener el buen momento, hasta el punto que olvida los momentos malos.

Digo más. El enemigo del hombre se encarga de poner delante de el, diversas formas de tentaciones. Las tentaciones son engaños, cosas malas, pero el hombre que no vive con Dios no las puede reconocer como males.

Una característica de la tentación es que se presenta delante como algo dulce, algo bueno, algo agradable. "Haz esto y serás feliz", te dice el tentador. Al tentador no le ves, porque no es humano.

Y la persona, seducida por la llamada interior, por la caricia falsa del tentador que te susurra y te presenta su trampa envuelta con una apariencia de felicidad, hace así lo que no debe.

Tentaciones hay muchas, y todas se presentan al hombre como platos apetitosos. Se repite la historia de la serpiente que engañó a Eva en el paraíso.

Y vino Jesucristo, el Hijo de Dios, para liberarnos de nuestras ataduras que nos hacen esclavos de las tentaciones. Las tentaciones llevan al pecado, y el pecado a la muerte. El hombre huye de la muerte, teme a la muerte, pero el tentador le engaña y le dice: "Vive, que son dos días", "disfruta", "olvídate de todo y haz esto y aquello y serás feliz".

Pero Jesucristo nos enseña la VERDAD. El nos enseña el verdadero camino de la dicha y la felicidad. No una felicidad que se disipa de un día al otro, sino de la felicidad permanente, eterna. Pero son pocos los que escuchan a Jesús, y muchos los que escuchan al engañador de los hombres. Y por eso, el mundo sufre dolores impresionantes, lágrimas permanentes, y no encuentra lo que busca. No cree en Jesús.

¿Crees tu en Jesús?
¿Vives tu como enseña Jesús?

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