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24 de julio de 2013

La parábola del sembrador. EL QUE TENGA OIDOS QUE OIGA.

Mt 13,1-9: Cayó en tierra buena y dio grano.
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que  subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

Les habló mucho rato en parábolas:

-«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.

Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.

Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.

El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta.

El que tenga oídos que oiga.»
COMENTARIO:

El que tenga oídos que oiga. Así finaliza Jesús esta parábola recogida por Mateo en su Evangelio. Los que ya hemos conocido el significado de esta enseñanza de Jesús, lo tenemos más fácil, pero Jesús habla en esta ocasión para una multitud de personas. Tantas personas que Jesús no tuvo más remedio que subirse a una barca para poder hablar tranquilo.
¿Tienes oidos para oir? ¿O eres sordo para no escuchar lo que Dios tiene que decirte hoy?
Jesús tiene paciencia. Dice el evangelista que les estuvo hablando a la gente "mucho rato", y entre todas las cosas que dijo allí, queda registrada esta parábola.

Lo que yo veo es que hay uno que siembra una semilla. El que siembra la semilla busca que esta de unos frutos. Pero es fundamental que la semilla sea puesta en una tierra buena, porque sólo de esa manera dará frutos buenos. La cantidad de frutos no es lo que importa, porque no todas las tierras buenas dan lo mismo. Depende de algo que a mi se me escapa del conocimiento en estos momentos, pero lo importante es entender que la tierra somos las personas, y que la semilla es la Palabra de Dios. ¿Son todos tierra buena? Parece que no. Hay personas que apenas tienen tierra en si mismos. No tienen por tanto mucho espacio para recibir la semilla que les traiga los frutos buenos. Algunos están tan secos, que son como el terreno del borde del camino. Un terreno duro, donde la semilla no penetra. Enseguida vienen los pájaros y se la comen. El terreno pedregoso tampoco es bueno para la semilla, y esta es quemada por el sol. La semilla que cae en las zarzas quedan ahogadas ante el crecimiento de estas. 

Existe para mi otra explicación válida. Cada uno de nosotros debe descubrir que zonas son tierra buena y cuales no. Aquellas zonas de nosotros que no sean tierra buena, deben ser labradas, para procurar hacer de nosotros el campo más extenso y fecundo posible. Para ello se nos da una vida, y ese es el tiempo que tenemos para conseguir el objetivo. Al final lo importante es dar fruto. Unos darán más y otros menos, pero la semilla habrá cumplido su misión.

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