En el contexto de los hechos ocurridos en la frontera de Ceuta hace unos días, pongo aquí extractos de algunas partes de la intervención del Ministro del Interior para dar explicación. Antes quisiera señalar que como cristianos debemos compadecernos de tantas y tantas personas que no teniendo lo mínimo indispensable para tener una vida digna en sus países, se marchan buscando tener una vida y una identidad en otro sitio. Los cristianos tenemos una obligación clara con el pobre, el desfavorecido y el esclavo. Anunciarles la libertad que pueden encontrar sólo en Jesucristo. El cristiano no hace acepción de personas según su raza, color de la piel o situación social. El seguidor de Jesucristo debe amar a todos y en lo que pueda, ayudar a todos.
Ya en el Antiguo Testamento, se recuerda que las actitudes xenófobas o racistas no son del agrado de Dios:
EXODO 22,20 No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.
EXODO 23,9 No oprimas al forastero; ya sabéis lo que es ser forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.
LEVÍTICO 19,33 Cuando un forastero resida junto a ti, en vuestra tierra, no le molestéis.
LEVÍTICO 19,34 Al forastero que reside junto a vosotros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo, Yavé, vuestro Dios.
Dicho esto, no esto no quita que yo crea que la inmigración en cualquier país del mundo debe ser controlada y ordenada para evitar problemas mayores. Por ejemplo. Un inmigrante que viene a España desesperado, y se dedica a cometer delitos, pues eso no. Pero no todos los inmigrantes son delincuentes. Por eso la inmigración debe ser ordenada y controlada.
Dicho esto, ¿hay que permitir que cualquier persona de la forma que sea entre en España? Pienso que no, y que el país de origen del que viene a España desesperado, es el máximo responsable de la situación, y quien primero tiene que poner medidas para evitar esas situaciones.
A continuación parte de la explicación del Ministro del Interior, que deja claro cual es el problema.
COMISIÓN DE INTERIOR DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
Comparecencia del Ministro del Interior, a petición propia,
para informar sobre los hechos acaecidos en la frontera de la
Ciudad Autónoma de Ceuta el pasado 6 de febrero
Jueves, 13 de febrero de 2014
Señorías, una de las paradojas de nuestro siglo es, sin duda, la existencia
de una enorme brecha de desigualdad entre el mundo desarrollado, el
que ha alcanzado los mayores niveles de prosperidad y opulencia de la
historia de la humanidad y el mundo empobrecido. Es la imagen dramática
y dolorosa de la contraposición entre el Norte y el Sur, entre la abundancia y la miseria,
que nos interpela a trabajar por un mundo más
justo y solidario. Es una realidad que no puede dejar indiferente a nadie.
Una de las consecuencias de esta realidad geopolítica es, precisamente, la
creciente presión migratoria de miles de ciudadanos que tratan de salir de
sus países movidos por la desesperación e intentan a toda costa alcanzar
un horizonte mejor que, en muchos casos, está en el continente europeo.
En el caso de África esta realidad es, en muchos casos, especialmente
dramática. “Salvo por el nombre geográfico, África no existe”, decía
Ryszard Kapucinski, premio Príncipe de Asturias en 2003, para referirse al
llamado en ocasiones “continente olvidado”.
Partiendo de esta visión general, no es menos cierto que el complejo
fenómeno de las migraciones, sin perder nunca de vista su indudable
connotación humanitaria, se ve muchas veces infiltrado por la existencia
de organizaciones criminales que, con la mayor de las crueldades, hacen
negocio del sufrimiento ajeno. Mafias perfectamente organizadas se
dedican de forma inhumana y despiadada a traficar con seres humanos,
bien para sacar partido de su desesperación y venderles un falso sueño, a
costa de un endeudamiento esclavizante y, en muchos casos, de sus
propias vidas, bien, en muchos casos, para explotar redes de trata de
seres humanos que, a la postre, no hacen sino profundizar en la
desigualdad y en la dramática situación en que desgraciadamente nacen y
viven muchas mujeres.
Según informa el Ministro, y con información de la guardia civil, un grupo de unas 200 personas trataban de entrar en España. También cita la actitud violenta ante el intento de detención por parte del ejército marroquí que trataba de contenerlos. Usaban palos y piedras para evitar ser detenidos. En el informe de la guardia civil se relatan otros episodios de violencia por parte de algunos inmigrantes. A continuación menciono algunas partes más de la intervención que me parecen relevantes. La defensa del trabajo de la guardia civil, como no podía ser menos, porque debemos agradecimiento a quienes trabajan por la defensa de España y los españoles. En segundo lugar, la constatación de que Ceuta y Melilla son objetivo de las mafias de tráfico de seres humanos, y en tercer lugar conocer un poco como trabajan estas mafias.
Dice el Ministro:
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Sólo me resta añadir una idea, tres esta extensa explicación, que tiene
tanta importancia como todo lo dicho anteriormente. Me refiero a la
rotunda y decidida defensa que desde esta tribuna parlamentaria quiero
hacer del trabajo de la Guardia Civil, el reconocimiento a su esfuerzo y a la
difícil misión que en muchos casos se les encomienda, ampliamente
compensada por el entusiasmo y la responsabilidad con que miles de
guardias civiles prestan servicio a nuestro país y, en este caso, a toda la
Unión Europea.
Señorías, que nadie se confunda: la Guardia Civil ha salvado miles de vidas
de inmigrantes y realiza una encomiable labor humanitaria, cuyo saldo
habla por sí solo: les puedo citar, como ejemplo, las 3.454 personas
rescatadas con vida en la mar en 2013 y 172 en lo que va de año.
Hoy en día, Ceuta y Melilla son objetivo prioritario de las organizaciones
criminales que trafican con personas. Hace casi una década fueron las islas
Canarias. Hoy día son las dos Ciudades Autónomas.
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Los métodos utilizados por las mafias para hacer llegar a España a estas
personas desde distintos puntos de origen, como Sus señorías se pueden
imaginar, son muchos y también son variados los costes en este mercado
de la muerte. Les daré algunos datos: el paso en avión con documentación
falsificada cuesta entre 4.000 y 6.000 euros; el paso en embarcaciones
supone entre 600 y 800 euros a los marroquíes; unos 1.000 euros a los
argelinos y entre 1.200 y 1.500 a los subsaharianos si pretenden entrar en
embarcaciones corrientes, cifra que sube a 3.000 euros si el paso se hace
en embarcación rápida.
En el caso concreto de Ceuta y Melilla, el coste varía según el método de
entrada: entre 25 y 45 euros cuesta un flotador o chaleco salvavidas que
permite entrar a nado. Esta cifra sube a 1.000 euros si el intento de
entrada es en una embarcación, a 3.000 ó 4.000 si es en un automóvil. Y
conseguir documentación falsificada para entrar en Ceuta y Melilla cuesta
entre 5.000 y 6.000 euros.
Dicho esto, denunciar desde aquí enérgicamente a quienes hacen de una cuestión de estado, una nueva oportunidad para la "lucha política". Me parece impresentable la actitud del PSOE y otros grupos políticos, que aprovechan la ocasión para atacar al gobierno, porque la Guardia Civil cumplió con la obligación moral y legal de defender las fronteras españolas. Para finalizar el apunte del presidente de Melilla, que indica que si al parecer hay a quien le parece que deberían limitarse los materiales anti-disturbios, entonces pongamos azafatas con comité de bienvenida en las fronteras. Y tiene razón. La Guardia Civil, la policía, etc, tienen una misión que desempañar, y no son azafatas. Y el que viene a ti con palos y piedras, por muy desesperado que esté, exige que el agredido se defienda, y más si son cuerpos de seguridad.
Lo curioso, como siempre, es que el PSOE cuando gobernaba, hacía lo mismo para defender las fronteras.
Seguimos contemplando en esta España, que los partidos políticos en general, usan del "todo vale" para ganar votos que les den poder. Llamo la atención a los ciudadanos sobre esto, a la hora de ir o no ir a votar.