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13 de septiembre de 2011

Segundo día novena Santa Maria de la Victoria

Miércoles 31 de Agosto

DEDICACION DE LA S.I.C.B DE MÁLAGA
SALUDOS:
.Excelentísimo Cabildo de la Santa Iglesia Catedral Basílica de la
Encarnación
. Sr. Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Real Hermandad de Santa
María de la Victoria
. Muy Reverendos Arciprestes, sacerdotes y fieles de los Arciprestazgos de
Coin, Axarquia Interior y san Patricio
. Queridos devotos de Santa María de la Victoria
INTRODUCCIÓN
Celebramos hoy el aniversario de la Consagración o Dedicación de
esta Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación, cimentada en la
diócesis de Málaga,que se realizó en el 1588, junto a la Novena en honor
de nuestra Patrona Santa María de la Victoria. Ambos acontecimientos
constituyen un claro motivo de gozo interior y de solemne celebración
litúrgica.
En la preciosa realidad arquitectónica de este Templo, brilla el
equilibrio estético y sobrenatural que el Señor quiere que alcancemos
viviendo el evangelio de Jesucristo.
La bella estructura de este sagrado templo es el exponente de una
larga historia de fe, que ha ido fraguando la identid
ad cristiana de nuestro pueblo.
El templo catedralicio es el signo por excelencia de la Iglesia
Universal. Lugar de encuentro personal de Dios con los hombres, Por él
disfrutamos del cálido regazo del Padre Dios.

En el Templo, que es edificio material y, al mismo tiempo, morada
espiritual de Dios con nosotros, se están cumpliendo las palabras del
Señor.”Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt
28,20)
Este sagrado Templo, sede capital de nuestra comunidad cristiana,
es el más distinguido signo de la diócesis, como porción del pueblo de Dios
que, unida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo, por el
evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular en que
verdaderamente está la Iglesia de Cristo (Chr. D. 11)
Y en este templo, lugar de oración, parábola de la existencia de Dios
brilla hoy, bella, guapa y hermosa la Virgen de la Victoria, primer templo
del Hijo de Dios.

LLENA DE GRACIA
¿Cómo hablar de María con la suficiente ternura, con la suficiente
verdad? ¿Cómo explicar su sencillez sin retóricas y su hondura sin
palabrerías? ¿Cómo decirlo todo sin inventar nada, cuando sabemos tan
poco de ella, pero ese poco que sabemos es tan vertiginoso? Los
evangelios – y es lo único que realmente conocemos con certeza de ellano
le dedican más allá de doce o catorce lineas.
¡Pero cuántos misterios y cuánto asombro en ellas!
Sabemos que se llama María, nosotros los malagueños la hemos
apellidado de la Victoria; sabemos que era virgen y deseaba seguir
siéndolo, y que –primera paradoja‐ estaba, sin embargo, desposada con
un muchacho llamado José; sabemos que estaba “llena de gracia” y que
vivió permanentemente en la fe… Es poco, pero es ya muchísimo.
Estaba “llena de gracia”. Más: era “la llena de gracia”. Era una mujer
elegida por Dios, invadida de Dios, inundada por Dios. Tenía el alma como
en préstamo, requisada, expropiada para utilidad pública en una gran
tarea.

No quiere esto decir que su vida hubiera estado hasta entonces
llena de milagros, que las varas secas florecieran de nardos a su paso o
que la primavera se adelgazara al rozar su vestido. Quiere simplemente
decir que Dios la poseía mucho más que el esposo posee a la esposa. El
misterio la rodeaba con esa muralla de soledad que circunda a los niños
que viven desde pequeños una gran vocación. No hubo seguramente
milagros en su infancia, pero si fue una niña distinta. O más exactamente
misteriosa. La presencia de Dios era la misma raíz de su alma. Orar era,
para ella, respirar, vivir. Se sentía guiada, conducida. Libre también, pero
arrastrada dulcemente, como un niño es conducido por la amorosa mano
de la madre. La llevaban de la mano, eso era.
Muchas veces debió de preguntarse por qué no se divertía como sus
amigas, por qué sus sueños parecían venidos de otro planeta. Pero no
encontraba respuesta. Sabía, eso sí, que un día todo tendría que aclararse.
Y esperaba.
Sabía, además, que la idea de permanecer virgen la había plantado
en su alma alguien que no era ella. ¿Cómo podría oponerse? Temblaba
ante sola la idea de decir “no” a algo pedido o insinuado desde lo alto.
Comprendía que humanamente tenían razón en su casa y en su vecindario
cuando decían que aquel proyecto suyo era locura. Y aceptaba sonriendo
las bromas y los comentarios. Pero la mano que la conducía la había
llevado a aquella extraña playa.
Por eso tampoco se opuso cuando los suyos decidieron desposarla
con José. Esto no lo entendía: ¿Cómo quien sembró en su alma aquel ansia
de virginidad aceptaba ahora que le buscasen un esposo? Inclinó la
cabeza: la voluntad de Dios no podía oponerse a la de sus padres. Dios
vería cómo combinaba virginidad y matrimonio. No se puso siquiera
nerviosa: cosas más grandes había hecho Dios. Decidió seguir esperando.
El saber que era José el elegido debió tranquilizarle mucho. Era un
buen muchacho. Ella lo sabía bien porque en Nazaret se conocían todos.
Un muchacho “justo y temeroso de Dios”. Hacían buena pareja: los dos
podían cobijarse bajo un mismo misterio, aquel que a ella la poseía desde
siempre.

El Papa Benedicto XVI delante de la imagen de la Inmaculada,
situada en la plaza de España, en la eterna y bella Roma, rezaba en voz
alta:
“Te saludamos y te invocamos con las palabras del ángel: “llena de
gracia” (Lc 1, 28), el nombre más bello, con el que Dios mismo te llamó
desde la eternidad.
“llena de gracia” eres tú, María, colmada del amor divino desde el
primer instante de tu existencia, providencialmente predestinada a ser la
Madre del Redentor e íntimamente asociada a él en el misterio de la
salvación.
En tu Inmaculada Concepción resplandece la vocación de los
discípulos de Cristo, llamados a ser, con su gracia, santos e inmaculados en
el amor.
En ti brilla la dignidad de todo ser humano, que siempre es precioso
a los ojos del Creador.
Quien fija en ti su mirada, Madre toda santa, no pierde la serenidad,
por más duras que sean las pruebas de la vida. Aunque es triste la
experiencia del pecado, que desfigura la dignidad de los hijos de Dios,
quien recurre a ti redescubre la belleza de la verdad y del amor, y vuelve a
encontrar el camino que lleva a la casa del padre.
“llena de gracia” eres tú, María, que al acoger con tu “sí” los
proyectos del Creador, nos abriste el camino de la salvación.
Enséñamos a pronunciar también nosotros, siguiendo tu ejemplo
nuestro “sí” a la voluntad del Señor.
Virgen “llena de gracia”, Santa María de la Victoria, muéstrate
Madre tierna y solícita con los habitantes de toda la diócesis de Málaga y
Melilla que te tienen por patrona y que como peregrinos confiados
acudimos, una vez más, a esta Santa Iglesia Catedral y Basílica, fuente de
gracia, acudimos al manantial de tu Corazón inmaculado, para encontrar
en él, fe y consuelo, alegría y amor, seguridad y paz.

Muestrate Santa María de la Victoria, Madre y guardiana vigilante
de nuestra patria, España, para que de las antiguas raíces cristianas
sepamos construir nuestro presente y nuestro futuro tal y como nos ha
indicado el Santo Padre en su reciente viaje apostólico a Madrid.
Muéstrate Madre providente y misericordiosa con el mundo entero,
para que, respetando la dignidad humana y rechazando toda forma de
violencia y de explotación, se pongan las bases firmes para la civilización
del amor.
Muestrate Madre especialmente de los más necesitados: de
aquellos que sufren los bocados de esta profunda crisis, de los indefensos,
de los marginados y los excluidos, de las víctimas de una sociedad que con
demasiada frecuencia sacrifica al hombre por otros fines e intereses.
Muéstrate Madre de todos, Oh María, y danos a Cristo, esperanza
del mundo.

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