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28 de noviembre de 2013

Confirmados un amplio grupo de hermanos cofrades del Cautivo

El pasado sábado, en las vísperas de la solemnidad de Jesucristo, Rey de Reyes, se dio en la Catedral de Málaga un acontecimiento para mi al menos, sin precedentes en la Diócesis. Unos 350 hermanos cofrades y de otros carismas, cristianos y católicos en definitiva, recibieron el Sacramento de la Confirmación. Puede parecer paradójico ver personas que rondan diferentes edades recibiendo un sacramento de iniciación cristiana, pero es que la realidad nuestra es esta. Yo mismo recibí la confirmación a los 35 años. Lo importante es que el desfase se está corrigiendo. Tengo que felicitar en esto a mi Obispo, por tan acertada y sabia decisión, tal y como expresa en la homilía que pongo más abajo.



CONFIRMACIONES
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
(Catedral-Málaga, 23 noviembre 2013)

Lecturas: 2 Sam 5, 1-3; Sal 121,1-5; Col 1,12-20; Lc 23, 35-43.
LA REALEZA DE JESÚS 
1. Hoy celebra la Iglesia la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. La realeza de Jesucristo tiene su momento más expresivo al final de su vida terrena, cuando lo clavan en la cruz; es el momento de su exaltación, de su glorificación.
Ante el Crucificado los magistrados judíos hacían muecas y se burlaban diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido» (Lc 23,35). Pero Jesús no quiso rehuir este suplicio, ni bajarse de la cruz de modo triunfante, sino que aceptó la voluntad del Padre, ofreciendo su vida por la salvación de todos los hombres. El letrero colocado encima de él, en el madero de la cruz, explicaba el motivo de su condena: «Este es el rey de los judíos» (Lc 23,38).
Ante las incomprensiones, los insultos y las burlas Jesús permanecía fiel a su misión, esto es, salvar a la humanidad con el sacrificio de su sangre. No pretendía salvarse a sí mismo, como le increpaban algunos de los presentes: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo» (Lc 23,37).
Incluso un malhechor, convicto y confeso, que estaba crucificado junto a Jesús, le insultaba, pidiéndole que le salvara: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros» (Lc 23,39).
A veces nosotros, los cristianos de hoy, somos tentados de imponer nuestra voluntad, de aferrarnos a nuestro orgullo, de pasar por encima del otro. La actitud de Jesús en la cruz debe ser modelo para todos nosotros, aceptando la voluntad de Dios y dejando aparte nuestra voluntad.
Los que vais a ser confirmados hoy, recibiréis la fuerza del Espíritu para que se haga realidad en vuestra vida el poder vivir la voluntad del Padre y no la vuestra.
2. El reino de Jesucristo no es de este mundo; así le respondió a Pilatos: «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36). Si lo fuera hubiera empleado otros instrumentos y otros recursos.
Podemos preguntarnos: ¿Qué reino intentamos construir nosotros? ¿Se parece al reino de Dios; o acaso es un proyecto humano, sin transcendencia? ¿Qué recursos empleamos: la fuerza, el poder, la mentira, la manipulación? Estas son las notas del reino de las tinieblas.
Las características del Reino de Dios son: la paz, el perdón, el amor, la misericordia, la verdad, la libertad. Tendremos que vivir esas categorías, que son muy opuestas a lo que desea hoy nuestra sociedad. Nos toca remar contra corriente, queridos fieles. El papa Francisco nos acaba de decir en uno de sus mensajes: “El Reino de los cielos es para aquellos que ponen su confianza en el amor de Dios y no en las cosas materiales”.
El llamado “buen ladrón”, crucificado con Jesús, le pedía que se acordara de él cuando fuera a su reino (cf. Lc 23,42). Y Jesús le respondió: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,43).
Pidamos a Jesús, como el buen ladrón, poder vivir en su Reino y ser sus testigos en este mundo. Pidamos que el Señor nos otorgue la santidad. El papa Francisco nos ha recordado a este respecto: “Los santos no son superhombres. Son personas que tienen el Amor de Dios en su corazón y comunican esta alegría a los demás”. Esto os deseo a todos vosotros, queridos fieles.
3. Damos de gracias a Dios, porque nos ha hecho hijos suyos en el Bautismo, como lo hemos recordado en el “asperges” inicial de la Misa; porque nos otorga la herencia del pueblo santo (cf. Col 1,12); porque nos ha concedido la luz de la fe; porque hemos recibido la redención y el perdón de los pecados (cf. Col 1,14); porque nos ha sacado de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo (cf. Col 1,13). Y hoy, además, os va a regalar, queridos confirmandos, el don del Espíritu Santo. Vais a recibir un gran regalo.
Los confirmandos habéis llevado a cabo un período de formación, para prepararos a la celebración de este sacramento. Habéis hecho un retiro y una celebración comunitaria del sacramento de la Penitencia, con confesión y absolución individual. De ese modo habéis podido gozar de la misericordia de Dios y disfrutar de la alegría de ser amados por él. Como nos decía el papa Francisco, hace poco, nos cuesta confesarnos, pero después nos da una gran paz interior.
Conviene acudir al sacramento de la confesión de manera periódica. El papa dice que se confiesa cada quince días; podemos confesarnos, al menos, cada mes, o en momentos litúrgicos especiales durante el año; o también con motivo de acontecimientos personales o familiares (cumpleaños, santo). Necesitamos confesarnos; de la misma manera que necesitamos lavarnos de las suciedades corporales; es preciso limpiar el alma de la inmundicia el pecado. ¿Os imagináis que estuviéramos sin lavarnos durante un año?¿Se podría estar a nuestro lado? Pues tal vez tampoco se pueda estar a nuestro lado, si no nos confesamos periódicamente.
4. Es también muy importante la formación en la fe. En las distintas reuniones con los responsables de la formación de las distintas Cofradías se ha insistido en la necesidad de continuar el proceso formativo de quienes recibiréis hoy el sacramento de la Confirmación.
Desde mi llegada a la Diócesis de Málaga he insistido en la importancia de recibir el don del Espíritu en el sacramento de la confirmación. Gracias a Dios ya han sido muchos los jóvenes y adultos que han sido confirmados en estos años. Todo cofrade debe estar bautizado y confirmado; además de participar asiduamente en la pascua dominical, en la eucaristía.
Pido a cada Cofradía y a cada parroquia con vuestros respectivos párrocos y directores espirituales, que os acompañen en esta tarea. El trabajo realizado ha sido bueno; ahora conviene mantener lo que habéis aprendido y seguir profundizando en la fe; y no solo profundizando en los contenidos de la fe, sino en la celebración de la fe mediante los sacramentos y en la vida de fe cumpliendo los mandamientos. La fe tiene esas tres grandes actitudes: la profesamos, la celebramos y rezamos, y la llevamos a la práctica en la vida de cada día. Si falla alguna de estas actitudes no estamos viviendo bien la fe.
Un joven de entre vosotros se ha estado preparando para recibir la confirmación; pero al no estar bautizado no será confirmado hoy, sino que en su momento oportuno celebrará conjuntamente los tres sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía. A partir de ese momento será un verdadero cofrade con sus derechos y deberes; hasta que no se recibe el bautismo no se puede pertenecer, de pleno derecho, a una asociación eclesial.
 A todos los confirmandos deseo animaros a vivir como ciudadanos del Reino de Dios. Supongo que muchos compañeros, o amigos vuestros, viven con otros criterios que la sociedad les ofrece. Ya os he dicho que ser cristiano es vivir contra corriente. Esta tarde recibiréis la fuerza del Espíritu para ir contra corriente; no tengáis miedo ni vergüenza. El Señor está siempre con nosotros.
5. Mañana será la clausura del Año de la Fe. Sigue vigente con toda su fuerza el mandato del Señor: «Id, pues, y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19-20).
¿Cómo transmitir hoy la fe en la sociedad en que vivimos? ¿Cómo ser testigos del Evangelio? El actual horizonte del mundo ha cambiado y la fe no parece formar parte de él; para muchos la fe se convertido en una cuestión superficial, limitada a la esfera de lo privado. Sin embargo la fe debe tocar todas las dimensiones del ser humano: la vida humana y el respeto a la misma, la familia, la sexualidad, la economía, la política y la cultura.
Los cristianos de hoy tenemos el gran reto de la nueva Evangelización. Hemos de seguir anunciando el Evangelio a nuestros paisanos y contemporáneos; y no se trata de un simple cambio de estrategias, ni de métodos ni de lenguaje. Se trata de actitudes, experiencias y vivencias. El mundo actual necesita testigos veraces y convencidos; necesita creyentes con experiencia de Dios; necesita hombres de oración; necesita místicos que vivan en sintonía profunda con el Trascendente.
Queridos fieles, vivir la fe en el Dios de Jesucristo, el Dios Trino, es una aventura maravillosa; es una experiencia que enriquece y enaltece al ser humano; es vivir una relación personal con quien me ama, incluso antes de conocerle, con quien me dignifica, me salva, me cuida, me sostiene y me diviniza. ¡Sed testigos de esa experiencia entre los demás ciudadanos!

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