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2 de noviembre de 2013

FIELES DIFUNTOS, no precepto

Contrariamente a la fiesta solemne que celebra la Iglesia el 1 de Noviembre de cada año, el día siguiente está dedicada a los fieles difuntos, es decir aquellos que han muerto ya. Ayer celebrábamos a los santos, que también han muerto ya, pero que viven ya junto a Dios, y disfrutan de toda su gloria en el cielo. Por contra, los fieles difuntos que celebramos hoy son todos aquellos que habiendo fallecido, necesitan todavía purificación para alcanzar la santidad. La Iglesia le llama a esto Purgatorio, y es dogma de fe. Hay que aclarar que las almas del purgatorio (difuntos), ya están salvadas por Cristo.

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:
954 Los tres estados de la Iglesia. «Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es"» (LG 49):
Por tanto, el católico sabe por la fe y la enseñanza de la Iglesia, que los difuntos, aunque muertos a esta vida en la tierra, viven, y por tanto se encuentran en comunión con nosotros. Esto no tiene nada que ver con el espiritismo y otras prácticas paganas, que son contrarias a la fe cristiana. Es decir, que los diuntos, no están "dormidos" (como piensan algunos protestantes y sectas), ni han desaparecido para siempre (como creen los ateos), sino que sabemos que están vivos, sólo que muriendo en amistad con Dios (Gracia), necesitan purificación antes de entrar a la gloria total y definitiva de Dios, y ese es el motivo por el cual nosotros los vivos aquí abajo, oramos por ellos, para ayudarles. A las almas del purgatorio no se las puede invocar, pues eso sería como el espiritismo, y es doctrina pagana. Hay testimonios de muchos santos, de visitas de almas del purgatorio, pero esto lo hacen ellos para pedir auxilio, oraciones, etc.

Dice el catecismo de la Iglesia Católica:

958 La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
Nadie en la tierra puede saber quién de los difuntos está ya en el cielo, a no ser que la Iglesia lo determine de manera solemne proclamando beatos o santos. No es sencillo este proceso a veces, por lo que en algunos casos suele tardar en pronunciarse.







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