Algunos dicen. Yo no creo en nada ni en nadie. Otros dicen que no les gustan las dictaduras, pero tampoco parecen creer mucho en la democracia. ¿Me debe importar la política? Y yo pienso hoy que si soy ciudadano, no se puede pasar de la política. Y yo como católico y como cristiano, debo tener mi parte en la vida política, en la medida que la política sirve para un fin. La palabra política ha quedado desfigurada en nuestros días. Tengo esa sensación. Esto se debe a mi juicio, a la mala calidad de muchos de nuestros políticos. La corrupción, el abuso de poder, el juego sucio, la descalificación del adversario, y sobre todo el bienestar de los ciudadanos, hace que la sociedad se aleje de la política. Y eso, a mi juicio es malo.
En mi artículo anterior, me quedé en las elecciones europeas de 1990. ¿Elecciones europeas? ¿Y que era eso? ¿Y que es eso? Yo soy hoy más que nunca un escéptico. No comprendo a la Unión Europea. Durante el periodo de Franco, España tengo entendido que estuvo aislada de Europa durante años, y España salió adelante, llegando a crecer económicamente al 7% y siendo la 8ª potencia mundial. Ahora se habla mucho de Europa, pero yo no comprendo nada, y me da que la mayoría de los ciudadanos tampoco. La gente sencilla. Eso de Europa se queda muy lejano del ciudadano. La política hay que acercarla a la gente, y eso no puede ser desde Europa, sino desde tu ayuntamiento, desde el municipio, para empezar.
Bueno, pues lo dejo hoy, diciendo que a partir de 1990, comienzo a ir gradualmente teniendo mayor conciencia de la política, y me voy decantando por el Partido Popular de Jose María Aznar, frente al gobierno socialista de entonces, con Felipe González, al que recuerdo no por cosas buenas, sino por cosas malas. Corrrupción, fondos reservados, Roldán, terrorismo de estado (GAL), crísis económica, paro galopante.
CONTINUARÁ
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