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Silas y Timoteo llevan a Pablo noticias de los cristianos de Tesalónica, que están sufriendo duras persecuciones, y esto suscita en Pablo el escribirles la que conocemos hoy como Primera Carta a los Tesalonicenses, el primer escrito del Nuevo Testamento, cronológicamente hablando.
Pablo comienza a hacer un apostolado intenso en Corinto, no limitándose sólo a ir a la sinagoga los sábados, sino que ampliará su radio de acción. El capítulo 18 del libro de Hechos, cuenta que Pablo iba a dar testimonio a los judíos, creyentes en Dios que no aceptaban a Jesús como Mesías. Dar testimonio es hablar de Jesús a los demás, dar razones de tu fe en Cristo a los que no la tienen, y que cuesta a veces hablar, ¿verdad?. Preferimos callar para no molestar, sin embargo Pablo nos da el ejemplo recibido de los Apóstoles, y estos a su vez lo recibieron del mismo Jesús. Y no era fácil dar testimonio ni en Corinto ni en ninguna parte, porque te expones. A Pablo lo rechazan, se le oponen, blasfeman contra el. Pablo se cansa de que estos "creyentes en Dios", le traten de ese modo, y les responde: "Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza; yo soy inocente y desde ahora me voy a los gentiles".
Y me imagino a los judíos montando en cólera ante sus palabras, y diciendo para sus adentros, "si, si, tu inocente, ¡JA!". Nosotros somos los inocentes, los creyentes, los elegidos de Dios, los que honramos a Dios, tu eres un creído, falso creyente ¿que viene a instruirnos a nosotros?
Y Pablo deja a esos judios, pero la semilla sembrada traerá sus frutos después.
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