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23 de septiembre de 2012

Lo del Estado catalán es un viejo cuento que ya conocemos los españoles

Cito un interesante artículo del diario LA RAZÓN.

Los nacionalismos siempre aprovechan momentos de debilidad de España para avanzar en un camino que tiene como horizonte final la independencia. Desde el siglo XIX hasta nuestros días, la historia demuestra que es una pauta que se repite y en algunos momentos, incluso, con gestos disparatados que fueron la antesala de escenarios catastróficos. La presión separatista ha sido un problema muy presente en nuestra historia contemporánea. Tras las experiencias de la mancomunidad o la recuperación en la Segunda República de la Generalitat parecía que la Constitución de 1978 resolvía el problema de los nacionalismos. No fue así. Por cierto, la Generalitat es un organismo que se tuvieron que «inventar» en 1931 tras proclamar Francesc Macià el «estado catalán» dentro de la República Española. Lo de un modelo confederal, siguiendo la estela del Estado Libre Irlandés, es algo persistente en el imaginario nacionalista. La Generalitat era un organismo financiero sin capacidad de gobierno que emanaba de las cortes catalanas  y que desapareció con el Decreto de Nueva Planta. Por tanto, una vez más tuvieron que hacer «arqueología» para encontrar una salida al problema que había creado Macià.

Es un tópico decir que la historia se repite, pero en este caso es muy adecuado porque el entorno de Mas quiere unas elecciones autonómicas que sirvan para elegir unas «cortes catalanas constituyentes» e incluso proclamar unilateralmente la independencia. Estamos ante un esperpento, por supuesto ilegal, que genera un conflicto tan artificial como partidista. Esto conduciría necesariamente a la suspensión de la autonomía, como sucedió en 1934. Al igual que Companys, el actual presidente de la Generalitat podrá decir si lo hace que nadie podrá dudar de su catalanismo. Es curioso que tanto uno como el otro fueran siempre considerados poco nacionalistas y por tanto necesitaran sobreactuar eclipsados, respectivamente, por Francesc Macià y Jordi Pujol.

En este escenario tan caótico y con los sentimientos a flor de piel, donde el nacionalismo catalán utiliza la crisis económica y el señuelo del pacto fiscal para agitar a la sociedad catalana, la irrupción de Don Juan Carlos ha sido tan importante como ejemplar. Los que cuestionan el papel integrador de la Corona y su futuro han tenido una respuesta a sus dudas que quizá nos les convenza pero que les debería hacer reflexionar. España necesita unidad para afrontar la crisis. El secesionismo nacionalista se ha convertido en el mayor riesgo para la economía española porque genera intranquilidad en los inversores extranjeros. Por tanto, es una enorme irresponsabilidad de Mas, su Gobierno y la federación que lidera. Nunca he criticado que alguien sea independentista, porque la democracia es respetar la libertad de expresión. Otra cuestión distinta es que la reivindicación se sustente en falsedades o se pretenda vulnerar la legalidad. Esto es inaceptable. El nacionalismo se ha quitado la careta mostrando su rostro más insolidario. Los catalanes no queremos la independencia. No hay que confundir los deseos de una minoría que grita mucho y los intereses partidistas de Mas con los sentimientos de una sociedad que está unida desde hace siglos al resto de España.

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