Día 7: María, modelo de vida creyente
A la beata Madre Teresa le preguntaron cuál sería
lo primero que se debería cambiar en la Iglesia. Su respuesta fue: usted
y yo. Esta anécdota pone de relieve dos cosas: por un lado, que la
Iglesia la formamos todos los bautizados: no solamente el Papa, los
obispos, los sacerdotes o los religiosos y religiosas. Y por otro
constata la convicción de que sí es necesario un cambio.
A raíz de esto, la pregunta brota de manera espontánea: ¿Y cómo se debe
hacer este cambio? ¿Qué debe motivarlo? El motivo fundamental que debe
ser el motor del cambio en la Iglesia se encuentra en la misión que
Jesús ha encomendado a la comunidad. Y que María lideró con los
apóstoles. Como recuerda el Concilio Vaticano II “la misión de la
Iglesia tiende a la santificación de los hombres que hay que conseguir
con la fe en Cristo y con su gracia.”
Es precisamente desde esta óptica, desde la óptica de la santificación y la misión, desde donde tú y yo, debemos vivir las preocupaciones de la gente y dedicarnos a ellas sin reservas para continuar el intercambio sagrado que comenzó con el misterio de la Encarnación. No podemos olvidar el sufrimiento de miles de familias malagueñas y melillenses a las que ahoga la crisis de fe, espiritual, emocional o económica por la que están pasando.
Hoy como en las bodas de Caná, Santa María de la Victoria está diciendo: "Esos no tiene vino". Tú y yo con la ayuda de Dios, estamos encargados de repartir ese vino. No dudes que es el mejor. El vino del Evangelio que tendremos que ofrecer sin acomodaros a los criterios mundanos. No podemos descafeinarlo. Rebajarlo. Adaptarlo. Ideologizarlo. Te confieso algo, me encanta la postura de la Virgen y de su Hijo en este Evangelio. ¿No has pensado en un caso similar lo que hubiera hecho unas personas muy espirituales? Quizá hubiesen dicho, es mejor que dejen ya de beber, es preferible hacer un sacrificio, que ofrezcan al Señor esta humillación de haberse quedado sin vino. Es mejor que se queden las cosas así; así no se da pie a que se alegren demasiado.... Sin embargo, Cristo regala vino abundante y de calidad. Madre e Hijo entran en complicidad. Me encanta aunque me surge una pregunta ¿es Jesús de Nazaret un provocador de borracheras poniendo un vino de semejante calidad? No. Él sabe que el listón hay que ponerlo alto. Que tenemos que hacer las cosas con excelencia. E incluso sabe que si al hombre con caridad le pones delante incluso lo que pudiera dañarle le es fácil moderarse ante ello. Por tanto, no estamos ante un momento histórico que nos obligue a buscar una nueva táctica que ponga en valor otra vez la Iglesia. Se trata de crecer como creyentes, con el telón de fondo de las bodas de Caná, en santidad. Todos estamos llamados a ser santos. Todos. Seglares incluidos. La santidad que se le exige al sacerdote se le exige, desde su vocación específica al seglar, a todos los seglares. Hay seglares que se dan golpes de pecho, que participan de la dinámica eclesial, que formalmente son católicos impecables y a poco que descorramos la cortina de su trastienda descubrimos que viven como paganos cuya única gloria es el vientre.
Estamos llamados a llevar la fe a su plena identidad quitando lo que estando disfrazado de fe son meras convicciones y hábitos que nos alejan de la sociedad. Aquello que casi de forma natural hacemos convivir con la condición de creyentes y paradójicamente está situado en las antípodas del Evangelio: mentiras, robo, adulterio, desacralización, fornicación, falta de respeto a la dignidad humana, apostasía, impureza…
Hoy parece que poca gente quiere oír palabras que descubran nuestras verdades más profundas. Sin embargo no se puede llegar al conocimiento de Dios sin un mínimo de conocimiento propio. Cómo puedo sentirme amado y perdonado si antes no he experimentado mi pecado, mi verdad. ¿Por qué fue tan agraciada la Santísima Virgen de la Victoria si no era porque se sabía y sentía una pequeña y poquita cosa?
¡Qué grandes cosas podría hacer Dios en nosotros y con nosotros si conociéramos quién es Él y quienes nosotros! Queremos experimentar a Dios sin haber experimentado antes el barro del que estamos hechos. Queremos oír palabras que halaguen nuestros oídos y así quedamos estancados en nuestra propia mentira. Hablemos claro con caridad. Expongamos clara la verdad que surge del Evangelio; y hagámoslo sin imponer. Que se note que lo que repartimos se nos ha dado antes. Tenemos que llegar a todos, incluso a los que no tienen disposición de escuchar. Tenemos que llegar a todos, que todo lo hagamos por Cristo, que todos sean para Cristo. ¿Has pensado que quizá la única vez que alguien tenga oportunidad de hablar de Cristo y de su Madre sea a través de ti?
Es precisamente desde esta óptica, desde la óptica de la santificación y la misión, desde donde tú y yo, debemos vivir las preocupaciones de la gente y dedicarnos a ellas sin reservas para continuar el intercambio sagrado que comenzó con el misterio de la Encarnación. No podemos olvidar el sufrimiento de miles de familias malagueñas y melillenses a las que ahoga la crisis de fe, espiritual, emocional o económica por la que están pasando.
Hoy como en las bodas de Caná, Santa María de la Victoria está diciendo: "Esos no tiene vino". Tú y yo con la ayuda de Dios, estamos encargados de repartir ese vino. No dudes que es el mejor. El vino del Evangelio que tendremos que ofrecer sin acomodaros a los criterios mundanos. No podemos descafeinarlo. Rebajarlo. Adaptarlo. Ideologizarlo. Te confieso algo, me encanta la postura de la Virgen y de su Hijo en este Evangelio. ¿No has pensado en un caso similar lo que hubiera hecho unas personas muy espirituales? Quizá hubiesen dicho, es mejor que dejen ya de beber, es preferible hacer un sacrificio, que ofrezcan al Señor esta humillación de haberse quedado sin vino. Es mejor que se queden las cosas así; así no se da pie a que se alegren demasiado.... Sin embargo, Cristo regala vino abundante y de calidad. Madre e Hijo entran en complicidad. Me encanta aunque me surge una pregunta ¿es Jesús de Nazaret un provocador de borracheras poniendo un vino de semejante calidad? No. Él sabe que el listón hay que ponerlo alto. Que tenemos que hacer las cosas con excelencia. E incluso sabe que si al hombre con caridad le pones delante incluso lo que pudiera dañarle le es fácil moderarse ante ello. Por tanto, no estamos ante un momento histórico que nos obligue a buscar una nueva táctica que ponga en valor otra vez la Iglesia. Se trata de crecer como creyentes, con el telón de fondo de las bodas de Caná, en santidad. Todos estamos llamados a ser santos. Todos. Seglares incluidos. La santidad que se le exige al sacerdote se le exige, desde su vocación específica al seglar, a todos los seglares. Hay seglares que se dan golpes de pecho, que participan de la dinámica eclesial, que formalmente son católicos impecables y a poco que descorramos la cortina de su trastienda descubrimos que viven como paganos cuya única gloria es el vientre.
Estamos llamados a llevar la fe a su plena identidad quitando lo que estando disfrazado de fe son meras convicciones y hábitos que nos alejan de la sociedad. Aquello que casi de forma natural hacemos convivir con la condición de creyentes y paradójicamente está situado en las antípodas del Evangelio: mentiras, robo, adulterio, desacralización, fornicación, falta de respeto a la dignidad humana, apostasía, impureza…
Hoy parece que poca gente quiere oír palabras que descubran nuestras verdades más profundas. Sin embargo no se puede llegar al conocimiento de Dios sin un mínimo de conocimiento propio. Cómo puedo sentirme amado y perdonado si antes no he experimentado mi pecado, mi verdad. ¿Por qué fue tan agraciada la Santísima Virgen de la Victoria si no era porque se sabía y sentía una pequeña y poquita cosa?
¡Qué grandes cosas podría hacer Dios en nosotros y con nosotros si conociéramos quién es Él y quienes nosotros! Queremos experimentar a Dios sin haber experimentado antes el barro del que estamos hechos. Queremos oír palabras que halaguen nuestros oídos y así quedamos estancados en nuestra propia mentira. Hablemos claro con caridad. Expongamos clara la verdad que surge del Evangelio; y hagámoslo sin imponer. Que se note que lo que repartimos se nos ha dado antes. Tenemos que llegar a todos, incluso a los que no tienen disposición de escuchar. Tenemos que llegar a todos, que todo lo hagamos por Cristo, que todos sean para Cristo. ¿Has pensado que quizá la única vez que alguien tenga oportunidad de hablar de Cristo y de su Madre sea a través de ti?
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